Durante siglos la pregunta socrática ¿Cómo hemos de vivir? ha estado en el centro del debate de los pensadores de cada época, debido a su esencia dual de continuidad y disrupción, ya que legitima o cuestiona la forma de organización social, según el punto de vista de quien la argumente.
Julio Verne, considerado como uno de los autores más leidos de todos los tiempos, y pionero del género literario ciencia-ficción, gracias a sus minuciosas descripciones y la vitalidad y complejidad de sus personajes, ha sido capaz de llevar a sus lectores a los más variopintos rincones de la Tierra. Mucho se ha escrito acerca de su capacidad para imaginar cómo sería el futuro de la sociedad y describir en sus novelas algunos artilugios e inventos que hoy consideramos cotidianos: el submarino, el helicóptero, el metro, las naves espaciales, internet, motores de combustión interna y eléctricos, armas de destrucción masiva, entre otros.
Muchos otros autores, inspirados en las obras de Verne, proyectaban el futuro como un complejo entramado de vehículos voladores que trasladarían a sus propietarios a una suerte de Estación Espacial, donde se desarrollarían las actividades cotidianas. El futuro, desde esta perspectiva, sería dominado por la automatización de los procesos y un desarrollo exponencial de las tecnologías.
Ciertamente, durante las últimas décadas, hemos sido testigos de acelerados avances científicos y tecnológicos, que han aumentado la esperanza de vida de la humanidad y han facilitado la construcción de un mundo globalizado. Ahora bien, hoy la humanidad enfrenta cuatro grandes crisis interconectadas: el Cambio Climático, la pérdida de Biodiversidad, la deserificación y sequía y la contaminación, que ponen en riesgo la vida en la Madre Tierra.
Queda de manifiesto, que el futuro es volver a la naturaleza, apostar por prácticas agroecológicas para la producción de alimentos, impulsar el consumo local, fomentar el ahorro de electricidad, utilizando fuentes verdes para su generación, preservar las cuencas hidrográficas y el uso racional del agua, reforestar, y disminuir la generación de Gases de Efecto Invernadero, especialmente el Dióxido de Carbono (CO2) para ello es clave usar el vehículo del futuro para nuestra movilidad cotidiana, que a diferencia delas proyecciones de los autores de ciencia-ficción no es un auto volador, si no la bicicleta.
Dr. Heryck Rangel Hernández
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