Un titulo prosaico que no devele a priori nuestra intención de aproximarnos a uno de los temas más complejos del quehacer filosófico: la ética. Procurando ir más allá del reduccionismo social del “deber ser” y de las metologías que sugieren iniciar por la etimología de la palabra, procurando hacerlo inteligible.
La ética nos confronta, nos cuestiona en lo que somos, en lo que pretendemos ser o más bien en lo que queremos parecer dentro del cuerpo social. Y es que sin duda alguna, la sociedad es más que un agregado de individuos que originariamente buscaban autopreservarse y reproducirse, para vivir en sociedad dejamos de ser en lo indiviudual para ser en lo colectivo.
Tal como plantea el filósofo Inmanuel Kant: “Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros”. Por lo que el jucio está imbricado al ser, a sus valores, sus motivaciones y aspiraciones. La ética es imprescindible, es la amalgama social que permite autoregular nuestras relaciones, sin la intermediación de ninguna entelequia.
Volviendo a Kant, el autor es categórico al expresar: “Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí”.
Por eso es que el ser individual, proyecta al cuerpo social los principios y valores que lo rigen, e interactua en una dinámica similar a la de un grupo de personas bailando, ya que cada una puede ejecutar el paso que desee, siempre y cuando no pise o entorpezca el baile de quien está cerca de él.
Dr. Heryck Rangel Hernández
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