Durante las últimas semanas hemos visto como los sectores fascistas enquistados en la oposición venezolana han impuesto su agenda de violencia, con la pretensión de derrocar al gobierno constitucional del Presidente Nicolás Maduro y acabar finalmente con la Revolución Bolivariana.
Una y otra vez repiten por todos los medios de comunicación y redes sociales, que son víctimas de la brutal represión del Estado, acusan al Gobierno de violar los Derechos Humanos, pero hasta ahora ninguno de sus voceros se ha deslindado de la violencia generada en sus manifestaciones. Han saqueado, obstaculizado vías, talado árboles, quemado vehículos e instituciones, atacado a los funcionarios policiales y de la Guardia Nacional Bolivariana, e incluso quemaron vivo a un manifestante por considerarlo un chavista infiltrado.
El odio se ha apoderado de un pequeño sector de venezolanos, aunado a la irresponsabilidad de la dirigencia opositora que no han escatimado esfuerzos para poner al país al borde de una guerra civil. Una vez más plantean escenarios apocalípticos: es todo o nada, es ahora o nunca.
Perdidos en su laberinto, marchan una y otra vez, tensan la cuerda, quieren sumergir al país en un espiral de violencia sin fin. Nuevamente acusan a la Revolución de ser una dictadura, lo hacen públicamente en sus manifestaciones, lo hacen a viva voz en los medios de comunicación, lo hacen desde los curules que alcanzaron en las pasadas elecciones parlamentarias. ¿Cómo una oposición puede alcanzar una victoria electoral en una dictadura? Será mucho pedir un instante de lucidez en medio de tanta locura.
¿A quién beneficia la violencia? La verdad, sólo a los más oscuros intereses apátridas, y a sus amos imperiales. Más allá de nuestras diferencias político-ideológicas la gran mayoría de los venezolanos apostamos a la paz.
En medio de la oleada de violencia propiciada por el fascismo, el Presidente Nicolás Maduro, asumiendo su compromiso con la Patria convocó a todo el pueblo venezolano, a la Asamblea Nacional Constituyente, mecanismo consagrado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, con la intención de propiciar un gran diálogo nacional. Varios dirigentes de la oposición habían planteado, en el pasado reciente, que esa era la solución más idónea para superar los problemas que vive el país, perdidos en su laberinto ahora se oponen.
La coyuntura actual nos obliga a hacernos la pregunta socrática: ¿Cómo hemos de vivir? Debemos repensarnos como sociedad, y asumir que tenemos el deber y la capacidad de dirimir nuestras diferencias en paz, porque como decía el maestro Simón Rodríguez "O nos entreayudamos o nos entredestruimos"
Lamentablemente, los dirigentes de la oposición quedaron presos de la situación que alentaron sus sectores más extremistas, y que sin darse cuenta se les fue de las manos. Comparto con ustedes las proverbiales palabras del escritor argentino Leopoldo Marechal quien sostenía que la única forma de salir de un laberinto es por arriba. La Patria les exige que se eleven y vean más allá de la coyuntura, más allá de sus apetencias de poder, y asuman que para salir del laberinto en el que ha querido encerrarlos el fascismo, deben aceptar la propuesta de diálogo que les ha hecho reiteradamente el Presidente Nicolás Maduro. Desmarcándose de la violencia saldrán de ese laberinto donde hoy están perdidos.
Venezuela nos une. Hagamos todos los esfuerzos posibles por la paz, propiciemos espacios de encuentro para la construcción de una Venezuela para todos. Hablemos con franqueza y respeto de los temas país, aquí está la Constituyente, aquí estamos los chavistas, con nuestro corazón cristiano, dispuestos a dialogar y trabajar junto a ustedes por nuestro país.
Heryck Rangel
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