Según la mitología griega, el laberinto de Creta fue construido por el brillante arquitecto y artesano Dédalo, a pedido del Rey Minos, para arrestar al Minotauro, ser mitológico con cuerpo humano y cabeza de toro, nacido de la unión de su esposa Pasífae con el Toro de Creta, del que se habría enamorarado por una conjura de Poseidón.
Para consumar su amor, Pasífae se hizo construir una vaca de madera recubierta con piel, para que el toro yaciera en ella. Al nacer el Minotauro, fue enviado al laberinto del que nunca saldría, y del que ninguno de los que entraban lograban salir, ya que éste se alimentaba de carne humana.
La sociedad actual ha sido encerrada en un nuevo laberinto, en el que las imágenes, se confunden, se contrastan, se multiplican, un laberinto de espejos, que caracteriza a la era de la posverdad. Esta distorsión de la realidad que se hace de manera deliberada, que responde a los intereses del establishment.
Vivimos sumergidos en la infodemia, saturados de información, diariamente se difunden y yuxtaponen noticias falsas y verdaderas, que impactan la conciencia colectiva, y se asemejan a los espejos del laberinto.
La posverdad no niega la verdad, simplemente la menosprecia. Y allí radica la principal amenza, ya que es mucho más nociva para la verdad que las propias mentiras, como lo plantea Harry G. Frankfurt en “On bullshit” (2005).
En el laberinto de espejos, no sólo se desestima la verdad, sino también se desprecia el conocimiento y se menoscaban las bases del sentido común. ¿Qué hacer para salir del laberinto? En Creta, el principe ateniense Teseo logró escapar luego de enfrentar y asesinar al Minotauro. Frente a nosotros hay un reto mayor de carácter epistemológico y ontológico, que nos aproxime a la verdad.
Dr. Heryck Rangel
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