Una inocente entra a un juicio, no se sabe
su edad precisa, está demacrada, se calcula
que tiene entre 4.400-5.100 millones de
años, ya ha sido condenada sin ser juzgada,
no le dieron derecho a la defensa, ni siquiera
se apiadaron de su condición de madre. Fue
condenada por la injusta voracidad del sistema
capitalista, que no es juez sino verdugo.
Está condenada por la crisis ambiental,
como resultado del desconocimiento de la
tendencia del caos, que ha desencadenado
en el imaginario economicista su afán de
una producción y consumo sin límites; una
expresión de la crisis de civilización, crisis
de crisis en el cual se encuentra sumergida la
humanidad por el capital.
Desde la Revolución Industrial, la temperatura
aumentó entre 0,6 y 0,8%; asimismo
han aumentado las concentraciones en el
ambiente de dióxido de carbono en 25% y
de metano en 50%.
La intensificación del efecto invernadero,
aunada al recalentamiento global, la desertificación
y la erosión, conforman un cuadro
poco alentador para la vida. No cabe duda de
que el incremento incesante de la población
humana impacta negativamente sobre la Pachamama
y representa una carga ambiental
considerable. A largo plazo, si continúa indefinidamente
la expansión poblacional, la
situación puede tornarse insostenible.
Actualmente parte de la población
mundial muere de hambre, otros mueren
por el consumismo. Se han roto los ciclos
biológicos y ecosistémicos del planeta. El
desarrollo económico mundial, en las décadas
recientes, ha sido tan grande como
desigual, y ello está provocando graves
problemas sociales, políticos, pero sobre
todo ambientales.
Bien decía Víctor Hugo: “Produce una inmensa
tristeza pensar que la naturaleza habla
mientras el género humano no escucha”.
Si los seres humanos contamos con la Declaración
Universal de los Derechos Humanos,
y hay un compromiso político de casi
todas las naciones del planeta en hacerlos
cumplir, ¿por qué no asumir la Declaración
de los Derechos de Nuestra Madre Tierra?
Desde Venezuela y los países del ALBA
tenemos que posicionar esta discusión necesaria,
no sólo entre los gobiernos, sino entre
los pueblos del mundo. ¡Unamos nuestras
voces y voluntades por la Pachamama!}
Heryck Rannyer Rangel Hernández
su edad precisa, está demacrada, se calcula
que tiene entre 4.400-5.100 millones de
años, ya ha sido condenada sin ser juzgada,
no le dieron derecho a la defensa, ni siquiera
se apiadaron de su condición de madre. Fue
condenada por la injusta voracidad del sistema
capitalista, que no es juez sino verdugo.
Está condenada por la crisis ambiental,
como resultado del desconocimiento de la
tendencia del caos, que ha desencadenado
en el imaginario economicista su afán de
una producción y consumo sin límites; una
expresión de la crisis de civilización, crisis
de crisis en el cual se encuentra sumergida la
humanidad por el capital.
Desde la Revolución Industrial, la temperatura
aumentó entre 0,6 y 0,8%; asimismo
han aumentado las concentraciones en el
ambiente de dióxido de carbono en 25% y
de metano en 50%.
La intensificación del efecto invernadero,
aunada al recalentamiento global, la desertificación
y la erosión, conforman un cuadro
poco alentador para la vida. No cabe duda de
que el incremento incesante de la población
humana impacta negativamente sobre la Pachamama
y representa una carga ambiental
considerable. A largo plazo, si continúa indefinidamente
la expansión poblacional, la
situación puede tornarse insostenible.
Actualmente parte de la población
mundial muere de hambre, otros mueren
por el consumismo. Se han roto los ciclos
biológicos y ecosistémicos del planeta. El
desarrollo económico mundial, en las décadas
recientes, ha sido tan grande como
desigual, y ello está provocando graves
problemas sociales, políticos, pero sobre
todo ambientales.
Bien decía Víctor Hugo: “Produce una inmensa
tristeza pensar que la naturaleza habla
mientras el género humano no escucha”.
Si los seres humanos contamos con la Declaración
Universal de los Derechos Humanos,
y hay un compromiso político de casi
todas las naciones del planeta en hacerlos
cumplir, ¿por qué no asumir la Declaración
de los Derechos de Nuestra Madre Tierra?
Desde Venezuela y los países del ALBA
tenemos que posicionar esta discusión necesaria,
no sólo entre los gobiernos, sino entre
los pueblos del mundo. ¡Unamos nuestras
voces y voluntades por la Pachamama!}
Heryck Rannyer Rangel Hernández
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